Ocurre cuando dejamos de ver el conjunto para concentrarnos como una lupa en alguno de los detalles, despreciando el resto de la información, como si miráramos el mundo a través del ojo de una cerradura, de una lupa o de un catalejo.
Juzgamos a un político por una palabra que dijo y obviamos los años de dedicación a la sociedad; nos torturamos durante días pensando en el mal gesto de aquella persona a la que atendimos y nos olvidamos de las decenas de personas que nos han sonreido; una mancha de café en un mantel nos hace detestar un restaurante de platos sabrosos, trato exquisito y decoración cuidada...
Estos mecanismos en sí mismos no son "malos" o "negativos", a fin de cuentas cumplen una función adaptativa, de mejorar el rendimiento práctico de nuestras capacidades cognitivas. Pero más de una vez nos pueden jugar malas pasadas.