Pues sí, los sistemas familiares son un maravilloso puzzle de piezas bien encajadas. Cada una tiene su forma, sus necesidades, sus personalidades, ... en íntima interrelación con los demás, a quienes condicionamos y quienes nos condicionan.
Las madres y los padres somos esas primeras piezas que se colocan en el tablero a las que luego se ajustarán luego hijos e hijas. Somos decisivos, vamos a configurar el espacio vital donde se acoplarán ellos, quienes adoptarán las formas que nosotros, consciente o inconscientemente, les definimos.
Por tanto, desde ese amor que les tenemos, con paz y confianza, algo que conviene plantearnos a nosotros mismos, como padres y madres, es si esas situaciones problemáticas de nuestros hijas/os que nos preocupan tienen algo que ver con nuestra propia forma, y desde ahí preguntarnos: ¿en qué medida mi trabajo personal puede contribuir a la mejora de mi hijo, de mi hija?.
Hay padres y madres valientes y que aman a sus hijos e hijas que cuando los traen a una consulta psicológica se atreven a preguntarse eso. Muchas veces resulta que tocando un poquito esas piezas tan importantes en el puzzle, el propio puzzle cambia, y las otras piezas, esos hijos e hijas, se transforman como "por arte de magia" (o sea, por arte del amor que les tienen sus madres y padres).
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